Al informar sobre los emblemas de la Universidad de Tucumán, el libro “La Universidad que conocí”, del ingeniero Segundo Villarreal (1974) describe la medalla repartida el día de inauguración y reproduce su anverso y reverso. Apunta que en el primero “se encuentra la imagen de Juana de Arco, que señala abnegación y sacrificio; en el ángulo superior izquierdo está el Escudo Nacional, y al pie de la imagen la frase: Por la Patria”. Confiado en ese dato, varios escritos de quien firma estas líneas, lo repitieron sin vacilación. Ahora, debo rectificarlo.
Revisando el discurso que el 10 de julio de 1916 pronunció el doctor Juan Heller, en el banquete a los delegados del Congreso de Ciencias Sociales, encuentro una directa referencia, muy distinta, a la medalla de referencia.
Juan Heller delineaba, poéticamente, los humildes institutos iniciales de la Universidad. Y decía que “bien la compendió aquella esclarecida y malograda inteligencia tucumana que entregó a la inmortalidad del símbolo, el cuño de la medalla inaugural y conmemorativa de la fundación”.
No identifica, lamentablemente, a esa “malograda inteligencia”. Pero tampoco dice nada de Juana de Arco. Describe la figura femenina como una “núbil doncella”, que “destaca su silueta simple y despejada en el relieve del anverso; la austera semblanza de su juventud incita al goce de sus encantos, arduos como los tesoros escondidos de la tierra; apunta el resalto de los senos que levantan la vertical del corpiño con la fuerza oculta y exuberante del retoño. Su mirada grave y alta se ahonda en el misterio de la hora y las últimas campanas de su adolescencia no conmueven su serena inquietud del momento”. Es decir, no es Juana de Arco, sino simplemente una joven. Pido disculpas por haber difundido tantas veces un error.